miércoles, 12 de septiembre de 2018

Renovando el paisaje



a partir de ahora, buena parte de nuestros núcleos rurales volverán a quedarse bajo mínimos...


Cada año por estas fechas –y en éste actual no iba a ser menos-, cuando el verano anda dando ya sus últimos estertores por estos pagos mesetarios, se vuelve a repetir una imagen ya inveterada en nuestro mundo rural provincial, que no sé si la tiene por tradicional y como tal está esperando que se repita sin más al llegar estos días, o que ya ha tirado la toalla y piensa que esto es lo que hay y que al menos tenemos esto. 
 

Y es que se trata de ese volver a recorrer con los bártulos a cuestas –entiéndase a bordo de modernos vehículos a motor, que aquí también imperó la modernidad-, el camino andado por muchos al comenzar el verano o durante su transcurso, pero ahora en sentido inverso, con motivo del regreso a sus puntos originarios de destino, después de haber pasado estos vencidos días de vacaciones en cualquiera de los pueblos de nuestra provincia.  Es ese peregrinar de nuevo del pueblo a la ciudad al llegar estas fechas de final del verano.
 

Con lo que, a partir de ahora y a la vuelta de la esquina en la práctica, buena parte de nuestros núcleos rurales volverán a quedarse bajo mínimos en cuanto a habitantes que hagan vida en el lugar durante los próximos meses.  
 

Se cerrarán a cal y canto un buen número de casas hasta la próxima ocasión.  Y tras el último salto de resbalón, el lugar quedará sumido en su propio silencio la mayoría de los días.
 

Eso sí, permaneciendo en el haber de las personas –algo es algo, al menos-, toda una sucesión de momentos extraordinarios vividos en perfecta armonía y salpicados con abundantes fotografías para el recuerdo; anécdotas e historias del pasado que se habrán revivido en muchos instantes al revolver una calle o asomarse al interior de una plaza…
 

Y sobre todo, haber conseguido recargar los pulmones de aire puro, en unos días de descanso y relax casi totales; donde tampoco habrá faltado la fiesta y el reencuentro vecinal hasta bien entrada la madrugada porque, sin prisa alguna, la noche se iba haciendo más compañera que nunca; quizás presagiando esas largas noches del invierno en completa soledad.
 
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 12/09/2018)
 
 

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