miércoles, 31 de octubre de 2018

El frío que llegó

 
Foto (Cadena SER-Palencia)
 
Nos lo habían anunciado en toda regla y, en efecto, llegó en abundancia
 
 
De pronto, el tiempo –el mal tiempo, para ser más exactos-, corrió hasta nosotros con cara de pocos amigos, nos entretuvo con alguna milonga de última hora y aprovechó para darnos un quiebro en toda regla y colarse hasta la cocina por toda la escuadra.  Y al cabo de la noche, todos amanecimos por aquí ateridos de frío y recordando y echando de menos por momentos los últimos días del reciente “veroño” (como saben, acrónimo en plan coloquial de verano y otoño), que fueron dulces donde los haya en su desarrollo y que, justo en esos instantes, vimos que aquél había dejado entrever ya su proceder –sobre todo cara a unos días venideros de gran trajín-, si es que nos habíamos olvidado de él.
 
Así que, de repente, las temperaturas comenzaron a caer en picado muchos grados hacia abajo, como si obedeciesen a un plan preconcebido; el cielo, que se había oscurecido llamativamente, se abrió por momentos y comenzó a caernos de todo: lluvia, nieve, granizo, vientos racheados y hasta huracanados –según qué lugares-, frío casi polar y algún elemento más, que hubo que combatir con diligencia con las armas a nuestro alcance, tratando de minimizar los efectos.
 
Nos lo habían anunciado en toda regla y, en efecto, llegó en abundancia, según lugares y comarcas.
 
Entretanto y en medio de todo esto, el otoño sigue imparable su camino a nuestro lado, dejándonos en el campo escenas de colores con los elementos de la naturaleza dignas de observar y que se prolongarán por algún tiempo todavía. 
 
 
Teniendo en las hojas de los árboles de nuestros parques y nuestras riberas, en esencia, su mayor efecto, cambiantes a lo largo del día según el sol les va tocando con sus rayos en una u otra posición; para ir adquiriendo nuevas tonalidades, desde el dorado al anaranjado e incluso el rojo, con sus correspondientes matices. 
 
Hasta que, llegado su tiempo, una racha de viento en la noche, terminará con ellas en el suelo, formando así una especie de alfombra que, al ser pisada en la mañana, crujirá de manera mecánica por el dolor que las traspasa.
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 31/10/2018)
 
 
 


miércoles, 24 de octubre de 2018

Madrugando



Y sin más preámbulos, conectas la televisión unos instantes, buscas el informativo matutino en no importa qué canal entre sorbo y sorbo de café...



De pronto, amanece para ti unos de esos días en los que te levantas con el mejor de los humores posibles, la moral apuntando muy alto y, en tu cabeza, moviendo planes claramente efectivos para la buena marcha de la jornada; pero tienes un momento de debilidad porque quizás tu ángel de la guarda hizo una pausa en tu atención personal y, mientras desayunas, piensas que qué mejor momento que aquél para ponerte al día de la actualidad y salir informado a la calle. Craso error.
 

Y sin más preámbulos, conectas la televisión unos instantes, buscas el informativo matutino en no importa qué canal y, entre sorbo y sorbo de café, vas notando cómo tu buen humor se va agriando por momentos y hasta sientes que el café se ha vuelto un tanto amargo a medida que vas acercando la taza a tu boca.  
 

 Pero optas por continuar, pensando en que quizás después de aquella colección de noticias de aspecto negativo y un tanto deprimentes, llegue alguna cargada de una cierta positividad, pero resultan en balde tus expectativas.   Además, por la excesiva espera la tostada se te quemó esta mañana y optas por colocar una nueva en el tostador, eso sí, esta vez haciendo guardia frente a él; mientras el locutor va desgranando a la audiencia noticas, cual a cual de peor perfil.
 

Y tú, ojiplático frente al televisor, con un ojo en el mismo y el otro en el tostador para, tras escuchar el clip característico retirar de inmediato la tostada.  Esta vez la consigues en su punto y piensas que, al menos, algo positivo ha tenido la mañana por el momento.
 

Ese pequeño éxito te hace tal vez ver las cosas un poco diferentes y notas cómo el café ha vuelto a adquirir su sabor y dulzor característicos.
 

Y con esas pequeñas dosis de optimismo sales a la calle para enfrentarte a la nueva mañana.  Y cuando apenas llevas unos pocos minutos en el exterior comienza a llover con una cierta fuerza.  Entonces, mientras regresas a casa para buscar el paraguas, recuerdas que justo apagaste el televisor cuando la información sobre el tiempo iba a comenzar a hacerse presente, lo que te privó de las oportunas reseñas al respecto. Y notas cómo vuelve a apoderarse de ti un cierto malhumor…
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 24/10/2018)
 
 

 

   

 

miércoles, 17 de octubre de 2018

Con todo el sabor



La capital se ha incorporado también a esta tradición de las “Ollas ferroviarias”...


Cuentan las viejas crónicas del ferrocarril y alrededores, que hubo una época en el pasado reciente de nuestra civilización, en la que los viajes en tren duraban casi una eternidad y se hacían interminables en el tiempo, que no en el espacio, pues éste estaba ya delimitado de antemano. En concreto, estaríamos hablando de los años del auge de las explotaciones de carbón y su transporte para dar salida al producto a través de aquel viejo ferrocarril de La Robla; que tocaba de lleno a nuestra provincia.
 

Resultando que, en torno a estos viejos trenes, los operarios que en ellos viajaban, llegada la hora de la comida y tras mucho pensar, un buen día, por aquello de tener un plato caliente y fácil de elaborar, se inventaron la que ellos denominaron “Olla Ferroviaria”. Y que luego, por extensión, tomaría también este nombre, Olla Ferroviaria, el recipiente donde se cocinaba el mentado guiso. Que básicamente, consistía en una especie de cocido, con sus variantes posteriores añadiéndole las patatas y otros aderezos culinarios más a la carne que hervía dentro de la olla…  Valga esta somera introducción para ilustrar las siguientes líneas. 
 

Porque, han transcurrido los años, los trenes han evolucionado en rapidez, el carbón ya no se explota en las mismas cantidades, aquel ferrocarril de La Robla ha quedado reducido casi a la mínima expresión; pero esa tradición de aquel pasado en cuanto al invento gastronómico, está revertiendo con una cierta fuerza por estos lares palentinos;  ocurriendo así en las localidades de Venta de Baños y Alar del Rey –poblaciones muy ligadas al ferrocarril desde siempre-, donde cada año tiene lugar un concurso en torno a tal guiso, con degustación posterior para todos.
 

La capital se ha incorporado también a esta tradición y con gran actividad se vivió recientemente con motivo de un concurso de “Ollas ferroviarias”, que tuvo lugar en el primer tramo de nuestra Calle Mayor Principal, en un ambiente de auténtica fiesta y con los guisos en completa ebullición sobre las ollas, al aire libre, en plena calle, ante la mirada de cientos de palentinos que no quisieron dejar pasar por alto la tarea, degustación incluida.
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 17/10/2018)
 
 

 

 

 

 

 

 

   

 

miércoles, 10 de octubre de 2018

Sobre ruedas




Y, entretanto, nuestras ciudades inundadas por doquier de ruedas..., esos patinetes eléctricos que tanto éxito están cosechando últimamente en nuestras calles... 


Hoy, que le ponemos ruedas a casi todo aquello que se mueve a nuestro alrededor y, de alguna manera es susceptible de ello, léase maletas, mochilas, carritos de la compra, zapatillas, andadores, patines y patinetes…; y allá que nos vamos luego calle adelante todo rodantes a bordo de cualquiera de estos velocípedos –salvando las distancias-, la pregunta se adivina casi por sí sola: ¿al paso que vamos, seremos capaces algún día de ponerle ruedas al campo?.
 

Pues si hemos sido capaces de ponerle ruedas a las casas –a algunas casas en concreto-, y trasladarlas de un lugar a otro, para acomodarnos al terreno, al clima, a la vegetación, a los frutos de la tierra o al libre albedrío de la persona en resumidas cuentas; cabría preguntarse si también, algún día, seríamos capaces de ponerle ruedas al campo, en pequeñas porciones de terreno, eso sí, y trasladar esos fragmentos a otro espacio diferente donde, por ejemplo sea más fértil la tierra, se produzca más y mejor tal o cual cultivo y las condiciones climatológicas sean más propicias...
 

Claro que, hoy por hoy, esto último no parece viable, por razones obvias. El campo es muy grande, inmenso, imposible en definitiva, de colocarle ruedas, echarle a rodar pendiente abajo en dirección al lugar elegido y a otra cosa mariposa...  
 

Lo que se hace a cambio, es realizar una agricultura intensiva en el espacio en el que se encuentra el campo de que se trate, suministrándole la temperatura adecuada, la humedad justa, los fertilizantes correspondientes, la atención precisa y a producir con prontitud una, dos o más cosechas…
 

Entonces sí, a los productos resultantes sí que se les pone ruedas de inmediato para salir disparados hacia los mercados más variopintos del mundo mundial. 
 

Y, entretanto, nuestras ciudades inundadas por doquier de ruedas como soporte básico de diferentes artefactos que por sus calles circulan; algunos de ellos antiguos ya en su definición, como son los automóviles.  Y otros mucho más modernos, como son esos patinetes eléctricos que tanto éxito están cosechando últimamente en nuestras calles; y que van en constante aumento día a día.
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 10/10/2018)
 
 
 
 
 

 

 

 

 

 

 

   

 


miércoles, 3 de octubre de 2018

Nuestra Catedral



Se trata, como el propio andamiaje deja entrever, de una restauración en toda regla...

 

Quienes aparezcan estos días caminando por las inmediaciones de nuestra catedral, la "seo palentina", se van a encontrar de golpe con una más que inesperada sorpresa –pero no se asusten, es sólo una forma un tanto llamativa de abordar el tema-; porque algunas de sus fachadas se les van a revelar bien diferentes a la imagen que conservaban de ellas. Ya que las van a encontrar revestidas de un conglomerado de andamios en muchos de sus tramos, formando toda una mole de hierros, convenientemente organizados eso sí, que se entrecruzan en altura desde el propio suelo hasta alcanzar la cumbre misma de la catedral.


Se trata, como el propio andamiaje deja entrever, de una restauración en toda regla de determinadas zonas de nuestro primer templo capitalino que estaban demandándolo con una cierta urgencia; sobre todo después de algunos desprendimientos de piedras de algunas de sus fachadas habidos en un corto espacio de tiempo.
 

Y es que setecientos años que van a cumplirse en breve, desde que se iniciase su construcción –¡ahí va nada!-, pesan y mucho, para  que se busque un remozamiento de la misma en muchos de sus aspectos arquitectónicos, tanto interiores como exteriores.  Si bien, como es lógico pensar, restauraciones y obras de conservación ha tenido muchas a lo largo de los años.  Pero éstas de ahora mismo, por su montante económico y por su duración en el tiempo, revisten un cierto calado, pues nos dicen que tendrán un coste de dos millones doscientos mil euros, y abarcarán en torno a tres años.
 

Por lo que al final de las mismas, la seo palentina, brillará tal vez como nunca lo hizo y su esbeltez destacará todavía más entre el resto de edificios que la circundan; adquiriendo una especial belleza en las horas de la noche, con las luces que apuntan hacia ella y la hacen resaltar de manera excepcional entre el entorno.
 

Así que, entretanto, daremos por bien empleadas –o al menos justificadas-, las molestias que el desarrollo de estas obras podrán ocasionar a los visitantes de la misma.  En tanto nuestra vista se va acostumbrando, también, a esta imagen mucho menos vistosa, pero necesaria para un fin mejor.
 
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 03/10/2018)