sábado, 26 de septiembre de 2015

Y… EL TIEMPO SE DESORIENTÓ




Vista esta ciclogénesis explosiva que acabamos de padecer en los días finales del verano, bien es cierto que rozando ya el otoño –lluvia, viento y demás fenómenos añadidos a todo trapo-, salpicando con sus efectos laterales y colaterales a buena parte de la península, uno ya no sabe a qué carta quedarse en esto del clima. Y miren que esto del tiempo es cambiante a más no poder…; pues ni por esas, nunca acertaremos en la previsión y nunca debemos estar tranquilos en este aspecto.

Y claro, ocurrido este fenómeno justo ahora, a destiempo, de inmediato surge la socorrida pregunta de que si esto pasó estando todavía en verano –hoy primer día del otoño, para ser más exactos-, qué no nos esperará allá por los meses de diciembre y enero próximos, cuando el invierno alcance su mayor grado de actividad y la negrura de los días nos envuelva durante muchas de sus horas.

No parece de recibo que, cuando todavía las crónicas de actualidad a través de los informativos de televisión y los periódicos de información general, nos estaban acercando en sus reseñas un día sí y otro también, las penúltimas escenas del verano con alguna playa de fondo; al día siguiente, en cuestión de horas en esencia, tengan que dar un cambio radical en sus reportajes de actualidad y mostrarnos los efectos más adversos del temporal en buena parte del país.

Y eso que, de otro lado, todas las noticias sobre el clima nos vienen advirtiendo reiteradamente del calentamiento global del planeta a marchas forzadas y, a la par, se nos ha comenzado a decir que el próximo año 2016 hay que pensarle como uno de los más calurosos hasta la fecha, según las previsiones que ya se están avanzando. Quizá como contraste, llegó esta ciclogénesis a desmano que acabamos de soportar.  Todo ello, visto desde la más supina ignorancia del tema y con los ojos puestos en la percepción del día a día, claro está.
 
El caso es que se nos arrimó por aquí un intempestivo panorama meteorológico, que nos cogió por sorpresa cuando saboreábamos con acusada delectación las últimas mieles del verano. Y nos hizo recordar por unas cuantas horas los peores días del invierno más crudo; que para nada le queremos tan próximo. Todo a su tiempo y, en todo caso, una vez disfrutado de los dulces atardeceres otoñales que, bajo ningún concepto, queremos vernos privados de ellos…
 
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 23/09/2015)
 

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