Coincidiendo con el final de esta pasada Semana Santa, cuando ya nos disponíamos a retomar la rutina de los días por estos lares, una noticia saltó de pronto a los medios de comunicación locales y se extendió como la pólvora de Norte a Sur y de Este a Oeste. Para convertirse en, destacada no, lo siguiente. Porque todo el mundo en el ámbito provincial comenzó a hablar de ella, poblándose las redes sociales de una increíble cantidad de comentarios alusivos a la misma, que desbordaban cualquier previsión al respecto.
Porque
ocurría que nuestro querido Bar Trompicón de la capital, popularmente conocido
también como el “marrano” o el “guarro” por varias generaciones de palentinos,
echaba el cierre. Y lo hacía por falta
de relevo generacional después de 65 años de servicio ininterrumpido a la
sociedad palentina en ese ámbito de la hostelería.
Y eso no
era cualquier cosa al uso, porque sentimos como que nos quitaban algo muy
nuestro. Y es que, el que cerrase el
Trompicón no era “moco de pavo”, no era una noticia más a unir al resto de las
decenas de establecimientos de este tipo que vienen finalizando su actividad en
los últimos tiempos en nuestra capital.
Porque
cerraba un bar de referencia para varias generaciones palentinas, donde a
cualquier hora del día podías tomarte un apetitoso bocadillo de panceta así en
plan sencillo, o también con doble contenido de su materia prima, aderezados
con su salsa especial; una exquisita tortilla de champiñón al estilo propio; un
bocadillo de chorizo o morcilla, entre otras “delicatessen más”, siempre
elaborados en su plancha de amplia solera.
Y todo
ello, paladeado por varias generaciones de palentinos que en el Trompicón
hicieron su habitual “estación de penitencia” para alimentar su cuerpo al caer
la tarde o con la noche ya vencida, y proseguir luego con la diversión a calle
llena.
Así que
con todo ello, la emoción y la nostalgia de cada cual saltó de pronto por los
aires, recordando tantas tardes y tantas noches con amigos o familiares
acudiendo al Trompicón para degustar alguna de sus exquisiteces; y a precios
muy económicos, claro; lo que contribuyó sin duda a hacerlo también más
popular.
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