Ahora
que, por aquello de que el tiempo vuela que es un primor, y las pasadas
celebraciones navideñas nos puedan quedar ya un tanto lejanas, aunque en
realidad hayan transcurrido en torno a veinte, veintitrés días solamente, la
realidad inmediata nos sitúa a nivel doméstico “subiendo” la tan anunciada “cuesta
de enero”, de prolongada ascensión y, por ello, con costosos inconvenientes en
el camino de los días.
Tal es
así, que las continuas dificultades y contrariedades con las que nos vamos
encontrando, nos hacen en ocasiones echar el resto en pos de conseguir
mantenernos en una posición adecuada en medio de esa lucha.
Y junto a
esta cuasi general cuesta de enero, nos encontramos también en estos días con
una serie de propósitos a nivel particular que nos hemos marcado
individualmente con motivo del nuevo año.
Que serían, a la postre, deseos manifestados de querer renovar o mejorar
aspectos concretos de nuestra vida personal.
Ahí
estarían ubicadas esa serie de intenciones o voluntades relacionadas, por
ejemplo, con el inicio de la práctica de algún tipo de deporte cara a un mínimo
ejercicio físico, el abandono del vicio diario del tabaco, o el desarrollo de
hábitos alimenticios más saludables.
Enmarcados todos ellos en base a ese dicho tan popular de “año nuevo,
vida nueva”. Faltaría más.
Algo que,
en principio, parecería un tanto fácil de conseguir, viniendo como viene de un
impulso tan en positivo como lo está.
Aunque claro, la experiencia nos insiste una y otra vez en que una cosa
es lo que nos marcamos y prometemos a principio de año, con las intenciones
renovadas; y otra cosa muy distinta es que, por pereza, cansancio, dejadez,
etc., muy pronto abandonamos el plan pergeñado y volvemos a caer en la rutina
de los días.
Me viene
al recuerdo aquí un chistecillo que cada año por estas fechas va circulando por
ahí a través de los diferentes grupos de chats de whasap, que dice así: “se
fastidió el primer propósito del año…, he ido al gimnasio, y está cerrado”.
Vaya,
hombre, qué casualidad, con las intenciones tan limpias y tan sinceras que yo
tenía, y surge la primera piedra en el camino…
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