Que los juegos de nuestros pequeños, nuestros chavales o nuestros chiguitos
–como con bastante frecuencia decimos por aquí-, tienen una sucesión cíclica en
el devenir de los mismos en cuanto a los gustos a la hora de decantarse por
unos o por otros, parece obvio establecerla, a juzgar por las preferencias y
las modas en su uso que de repente irrumpen en su tiempo libre. Y que un buen día, sin que medie motivo
aparente alguno, desaparecen para dar cabida a otro tipo de juegos y así
sucesivamente.
En este orden de cosas, en estos últimos meses hemos podido comprobar cómo
ha irrumpido con fuerza entre nuestros pequeños la moda de la peonza, el
bailarla de mil y una formas diferentes, rozando en alguna de ellas un cierto
grado de acrobacia buscada.
Y no existe en estos tiempos un chaval –no entrado en la adolescencia
todavía- que no salga a la calle sin su peonza “bajo el brazo”. Con la que, una vez en su ambiente y dueño de
la situación, no cesa de ejecutar a cada paso exhibiciones cada vez más
difíciles de llevar a cabo y, por ello, más subidas de riesgo. Porque lo de hacer que la susodicha ejecute
un simple baile sobre el suelo ayudándose en su inicio con el impulso de una
cuerda, lo tiene superado desde casi el primer momento de tenerla en sus manos.
Lo cual no obsta para que a pesar de esa manifiesta destreza, no todos los
malabarismos lleguen a buen puerto siempre, y en ocasiones la peonza acabe
aterrizando sobre el suelo desde una determinada altura, acompañada en su caída
de un potente y seco ruido, que hace pensar a los no duchos en la materia o que
no frecuenten esta actividad, que el chaval se ha caído con todo el equipo; y
que la peonza, por supuesto, se ha hecho mil añicos.
Mas, debido al material moderno con el que ha sido fabricada, aquella no
sufre magulladura alguna y queda como si tal cosa. Y, a sensu contrario, es
capaz de aguantar otros cuantos impactos más de parecido tono.
Al final, por lo visto y oído, uno llega a la
conclusión de que en este aspecto de los juegos infantiles tradicionales
–independiente totalmente de los que se ejecutan a través de Internet o con
revolucionarias maquinitas modernas y postmodernas al uso-, está casi todo
inventado y lo que más bien ocurre en este caso es una sucesión en el tiempo de los diferentes juegos, sin
solución aparente de continuidad.
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