Pues así como el que no quiere la cosa, en dos días de
nada despediremos o se nos irá –dependerá de cada cual-, el mes de septiembre,
que iniciábamos en la práctica ayer mismo –como quien dice-, con el tiempo de
verano dando sus últimos estertores, lo que nos ha permitido, por ejemplo,
pasar estas últimas romerías marianas en olor de multitudes y en manga corta
todavía.
Y, de otro lado, materializaremos la despedida con el
otoño recién estrenado este pasado viernes y, desde luego, impetrando la lluvia
por todos los rincones de nuestra reseca “piel de toro”, habida cuenta de la
necesidad que de la misma existe, pues nuestras reservas de agua están ya bajo
mínimos y abundando las restricciones por doquier.
En el pasado, en situaciones así, se prodigaban las
rogativas y se sacaba en procesión por las calles y campos de los alrededores
al santo más milagrero del lugar; mas no siempre con los resultados buscados,
ni mucho menos. Pero como en ocasiones
sí llegaban las ansiadas lluvias coincidiendo con estos actos de manifestación
religiosa, el recuerdo calaba en la mente de las gentes del lugar y el
mecanismo se volvía a poner en marcha siempre que la situación tornaba a
reproducirse.
Eran tiempos en los que la fe religiosa bullía dentro
de las personas y sus vidas giraban prácticamente en torno a ella. Pero hoy que aquélla anda bajo mínimos,
llegado el problema, se habla de otros motivos y otras cosas bien diferentes:
del cambio climático en el mundo, de que el propio hombre lo ha producido con
su más que evidente contaminación ambiental; de la falta de previsión por parte
de las instituciones gobernantes; del despilfarro del agua que se hace tan
innecesariamente en tiempos de abundancia de la misma; de la falta de
generosidad entre regiones a la hora de repartir el agua que unas tienen en
abundancia y a las otras les falta.
Así que, con este relato de la situación en el aspecto
de la extrema escasez de agua que padecemos, no nos queda otra que, aparte de
ser restrictivos en su consumo, abrigar esperanzas ciertas de que tanto el
otoño como el invierno se nos muestren generosos en este sentido.