Foto (Internet)
El resto de la ciudad no tardará mucho en despertarse.
En estos
días, insisten una y otra vez los árboles de nuestra ciudad en su acción entre
alevosa y trufada de clara nocturnidad, arrojando sin piedad hojas y más hojas
al suelo cada noche; en especial estas últimas jornadas, en las que la lluvia y
el viento hicieron su trabajo a condición y, a modo de palanca transmisora,
provocaron que aquéllas fuesen cayendo por cientos; inundando de esa guisa
aceras y paseos de parques y alamedas, que quedaron cubiertos de un particular
manto alfombrado de llamativo colorido.
Con el
que se toparán de pronto aquellos ciudadanos que salgan temprano a la calle
camino de sus quehaceres mañaneros. Y es
que el servicio municipal de limpieza aún no habrá tenido tiempo de intervenir
en toda su extensión y, además, llovía sobre mojado –nunca mejor dicho-; habida
cuenta de que en estas fechas se sienten realmente desbordados y apenas si han
dejado limpia una determinada parte de la ciudad, que a la mañana siguiente
vuelven a encontrarla casi como el día anterior.
Son los
signos del otoño que, entre triste y melancólico, nos va marcando de alguna
manera el día a día de nuestro calendario social e incluso biológico
particular.
Mas, en
estos amaneceres últimos, no será lo anterior lo único con lo que se encuentren
de pronto estos sufridos ciudadanos, que serán también, por el contrario, los
más aventajados en ir escudriñando las primeras luces del amanecer y la magia
de ver salir de entre la oscuridad, haciéndose presentes, los edificios de la
ciudad unos tras otros; las casas y las iglesias, las torres y los campanarios;
los perfiles elevados de los montes y los pequeños altozanos, los árboles en
línea vertical al mismo cielo y las personas con las que, ora sí y ora también,
se encontrarán en su camino.
Entretanto,
al atravesar el parque, con las primeras luces del alba ha comenzado ya el
concierto mañanero –casi griterío chillón e incontrolado-, de cientos de
pájaros –estorninos de paso hacia otros lugares más cálidos, en su mayoría-,
que en cuestión de minutos abandonarán el lugar en acrobáticas bandadas en
busca de su sustento diario.
El resto
de la ciudad no tardará mucho en despertarse.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 28/11/2018)