Velillas del Duque (Foto Internet "Tomás")
Es justo en verano, cuando más concurridos se muestran nuestros pueblos y
más protagonismo recobran, cuando a uno, que vivió en uno de ellos (Velillas
del Duque, en concreto), tanto la niñez como la adolescencia, al regresar estos
días a él, más le puede la nostalgia. Y
cada rincón del mismo que visita, es un cúmulo de recuerdos a lomos del tiempo.
Porque es la casa familiar y el gran patio central donde aprendiera a dar
los primeros pasos, y luego fuera el escenario ideal de mis juegos de niñez a
cualquier hora del día, en medio del mismo o a la sombra de la vieja higuera
que nos proporcionaba aquellos abundantes y jugosos frutos; y con aquel par de
gatos remoloneando de continuo por sus inmediaciones, siempre mimosos y atentos
a cualquier porción de comida que se les ofreciese.
Es la escuela, donde comenzó a desarrollarse nuestra temprana inteligencia,
asimilando un sinfín de conocimientos que nuestra maestra nos ofrecía día a día
con inmenso cariño y dedicación; donde cultivamos nuestras primeras amistades
que luego fomentaríamos en el tiempo de juegos; donde aprendimos que el mundo
excedía aquellos límites territoriales nuestros y que era algo inabarcable,
pero que nos gustaría algún día, cuando fuésemos mayores, poder comprobar por
nuestros propios medios. Y que, aunque la escuela nos gustaba y a ella
acudíamos cada día con aparente alegría, experimentábamos un gozo especial
cuando llegaba el verano y la maestra nos anunciaba aquello de que, por vacaciones,
se despedía de nosotros hasta pasados dos largos meses, que nos portásemos bien
y que ayudásemos en casa todo lo posible...
Es el grupo de amigos, con los que aprendimos cada rincón del pueblo, cada
calleja y cada guarida de los pájaros que gustaban de pasar la noche en
aquellos alrededores. Y colegas con los que, aparte de jugar y jugar cada día
en horas que se hacían interminables, o practicar nuestras particulares artes
de pesca en los arroyos que circundan el pueblo y en las caudalosas aguas del
río que riega sus tierras, experimentamos de manera incipiente la llamada del
otro sexo y probamos a guardar el secreto. Y es el recuerdo que ahora se agolpa
en mi mente cuando paso junto al lugar donde estuvo nuestra casa familiar, y me
imagino partiendo toda la familia camino de la capital de la
provincia, con nuestros enseres, para comenzar una nueva vida; algo que
acabaría haciendo la práctica totalidad de los amigos y sus familias.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 7/09/2016)
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