Tenía incluso nombre... A pesar de no ser de nuestra especie y ser sólo un
cisne blanco, aunque de bonita y gallarda presencia, eso sí, tenía nombre...
Las buenas gentes de Palencia y los más asiduos seguidores de sus
evoluciones a diario sobre las aguas del Carrión en los entornos del Puente
Mayor de la capital, lo habían bautizado como “Curro”.
Y así, en los últimos días, los paseantes habituales de los entornos del
río habían dado la voz de alarma; haciendo cábalas y comentando entre ellos:
hace días que parece que Curro no se quiere dejar ver; ayer Curro no apareció
sobre la aguas del Carrión, hoy a Curro se le ve triste, no eleva su cuello en
esa pose de elegancia que tanta admiración causa a los más pequeños; parece que
hoy Curro no quiere comer…
Y en esas estábamos, cuando nos llegó la noticia de que Curro había sido
rescatado de las aguas del río con la ayuda de los bomberos, para llevarlo a
una clínica veterinaria y tratar de encontrar el mal que le aquejaba. Pero todos los cuidados fueron inútiles,
porque nos diría adiós justo cuando se le estaba tratando de su enfermedad.
Así que su pareja hembra se quedó sola sobre las aguas del Carrión. Pero,
además, con una misión añadida a la de subsistir día a día, porque debía
encargarse también de sacar adelante a su futura prole, teniendo que incubar
nada más y nada menos que ocho huevos que habían concebido juntos. Cosa harto difícil porque, además, debería
abandonar el nido en momentos para procurarse comida que ya no podría surtirle
su compañero fallecido.
Y de nuevo las buenas gentes palentinas entraron en juego y comenzaron a
suministrarle ellos esa comida, para que no tuviese que abandonar el nido en su
busca.
Pero nadie contó con un elemento atmosférico
sobrevenido, cual fue la lluvia que cayó con abundante intensidad en nuestra
capital y provincia durante las pasadas fechas.
Lo que hizo que el río recogiese una gran cantidad de agua y se
desbordase por sus márgenes, anegando por completo el nido de nuestra amiga, la
mamá cisne. Que ya no pudo seguir incubando los huevos y llevar a término el
nacimiento de estos ocho patitos, que ya nunca romperán el cascarón pidiendo
salir al exterior para ver el mundo. Un
mundo, donde el agua, las hierbas y los juncos del río, junto a su madre y sus demás
hermanos hubieran sido el día a día de cada uno de esos ocho patitos; y las
buenas gentes de Palencia, encantadas estarían de ver sus evoluciones.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 27/04/2016)
No hay comentarios:
Publicar un comentario