Foto (Internet)
De un tiempo a esta parte, las mañanas de los domingos parecen como si,
indefectiblemente, hubieran sido hechas para, entre otras muchas actividades
matinales del día de fiesta, poder darse uno una vueltecilla por los rastros o
rastrillos que, con motivos mil, han tomado asiento con una cierta fuerza en
diversas ciudades y pueblos de nuestra geografía patria. Y pasar un buen rato
entre cachivaches y cosas añejas y un tanto del pasado que, justamente éste ha
revalorizado y puesto de moda en la actualidad; existiendo la posibilidad de
que algo de todo lo que allí se exhibe nos pueda cuadrar en algún momento.
Y es que es tal la variedad de objetos y accesorios que en ellos se
muestran para su venta, siempre bajo la premisa de ostentar por sí mismos un
cierto grado de antigüedad, lo que llevan muy a gala y les otorga un claro
marchamo de competitividad frente a otros, por esa especie de moda actual de
echar la vista atrás hasta el pasado, que fácilmente pueden encontrar su
acomodo en cualquier necesidad o carencia que nos surja de improviso; si no es
que, de entrada, buscábamos ya ese objeto en concreto.
Sin ir más lejos, en nuestra Plaza Mayor capitalina disponemos cada domingo
y día de fiesta de un rastrillo al uso, que tiene ya su solera bien ganada,
después de muchos años de concurrencia al lugar de un número significativo de
vendedores con sus variopintos puestos, que ha ido aumentando con el paso del
tiempo; hasta ocupar actualmente toda la superficie soportalada de la plaza.
Y con una oferta de productos harto variada, que va desde joyas, libros,
discos, gorros; hasta ropa usada, complementos, calzado; pasando por artículos
de electrónica, coleccionismo…, y hasta algún mueble que otro de pequeño
tamaño…; que buscan su salida al mercado a un precio irrisorio –como los
vendedores mismos apuntan-.
Y como se arguye claramente en el mundo de la enseñanza, donde está más que
demostrado aquello de que cada maestrillo tiene su librillo, aquí en este
espacio del rastro, existen también sus pequeños trucos de venta, con carteles
llamativos, impactantes, haciendo referencia a que se trata de piezas únicas,
que están a un precio minúsculo –auténticas gangas- y difíciles de encontrar en
otros lugares…
Todo, para tratar de atraer al cliente, tanto al ocasional como al que
acostumbra a dejarse caer de manera habitual por aquellos pagos. ¡Y vaya si los
atraen!.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 23/11/2016)
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