Hace unos días, cuando el verano apenas si había comenzado a dar sus
primeros pasos y era todavía una incógnita la intensidad o los límites –máximos
o mínimos- de sus calores por estas tierras nuestras “de pan llevar” (como
dijera el poeta), la localidad de Saldaña y su fecunda y productiva vega, se
convirtió para un pequeño grupo de cinco amigos en punto de encuentro, hábidos
de volverse a encontrar, tras algún tiempo sin verse.
Si su Plaza Mayor, con el ayuntamiento como testigo, fue el punto de
encuentro y saludo inicial; apenas unos minutos después, nuestros pasos nos
llevaron de manera irremediable hasta su cercana “Plaza Vieja”, aún bellamente
soportalada, con hileras de columnas de
madera bien distribuidas en todo su contorno.
Guardando todavía ese sabor rancio de otro tiempo; cuando al cobijo de
sus soportales se instalaba cada martes un abigarrado mercado de legumbres y
productos de la huerta, obtenidos todos ellos en la feraz vega que riega
incansable el río Carrión (cantado también aquí por muchos poetas palentinos)
con su pasar alegre y cantarín, y sus aguas cristalinas y trucheras, camino de
otros destinos.
Como paso siguiente, tras intercambiarnos en apretados resúmenes de tú a tú
las últimas novedades acaecidas en nuestras vidas, y constatar que éstas habían
sido las habituales, sin grandes cosas ni espectaculares acontecimientos;
entendimos que una visita a la ermita de la Virgen del Valle, de gran fervor en
la localidad y en toda la Comarca, era de obligada realización.
Y allá que nos fuimos los cinco, con el recuerdo y la añoranza de nuestra
niñez saliendo a relucir a medida que nos acercábamos hasta el santuario, y nos
veíamos en medio de la pradera junto a la ermita; como si apenas hubiese pasado
el tiempo de cuando antaño acudíamos hasta allí de romería cada 8 de
septiembre, tras dar prácticamente por acabadas las faenas de la recolección
agrícola en nuestros respectivos pueblos. El momento resultó emotivo para todos
nosotros.
Luego, antes de que la mañana se convirtiese en
tarde, recorrimos algunas de las calles más céntricas de la localidad y
compartimos el aperitivo de rigor en uno de los muchos bares de la Villa; como
preludio del almuerzo que nos esperaba en un céntrico restaurante y que resultó súper animado y a modo de ensayo para
un próximo encuentro.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 29/07/2015)
¡¡Qué agradable son las reuniones de encuentro de amistades!!
ResponderEliminarSiempre vienen recuerdos del atrás que se llegan hacía el hoy...
Un abrazo José Javier, Mía
Muchas gracias, Mía, por tus palabras. Tienes razón, reuniones así son las que están en la esencia del día a día de la vida. Un abrazo.
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