Pudiera decirse a modo de preámbulo que, si hay una reunión familiar a la
que al común de los ciudadanos le gusta asistir, esa es sin duda a un bautizo.
Luego, vendrán también las bodas y las comuniones; pero la ceremonia del
bautizo goza de una particular atracción que la hace necesariamente tierna.
Sobre todo para los invitados más pequeños, la grey infantil, que se sienten
también, de alguna manera, protagonistas.
Claro que ese protagonismo particular de los invitados más pequeños, ocurre
ya casi en exclusiva cuando la ceremonia tiene lugar en alguna pequeña
localidad, por aquello de que se lanzan con profusión caramelos al aire –en
otro tiempo la demanda giraba en torno a los confites-, en señal de alegría
compartida, para que los invitados, en este caso todos los vecinos del pueblo
sin excepción y, en particular, los chiguitos, se diviertan recogiéndolos,
pugnando entre ellos por llevarse a sus bolsillos la mayor cantidad posible de
dulces.
En cambio en la ciudad, una vez llevado a cabo el acto religioso, ya no se
estila por lo común el que pudiéramos llamar “momento confites”, sino que los
invitados son agasajados por parte de los padres de la criatura con un almuerzo
especial en algún restaurante en señal de confraternización.
Bien, pues la víspera de este último 12 de octubre, mientras que algunos
–muchos tal vez-, se fueron de “puente” aprovechando los varios días festivos
que se tenían por delante, un servidor se fue de Bautizo. Sí, de Bautizo.
Un acto sencillo en cuanto al ceremonial religioso en sí, con los rituales
y los signos externos propios del sacramento por parte del sacerdote, pero con
todos los invitados pendientes de la pequeña que recibía el bautismo; si
extrañaría o no el momento justo de derramarle el agua sobre su cabeza, y si en
justa respuesta, se sentiría molesta y lloraría, o tal vez no.
Y llegado el momento, la pequeña Yanira, que con ese nombre fue bautizada,
aguantó la totalidad de la ceremonia despierta y con los ojos bien abiertos;
observando todo a su alrededor y sin derramar ni una sola lágrima. Lo que todos
supimos admirar de manera extraordinaria.
Pero no sólo mantuvo el tipo y guardó esa actitud
tan tierna en ese momento central en la iglesia, sino también luego, con la serie de fotos que todos buscábamos hacernos junto
a la protagonista del día; emplazándonos para la Comunión. Buena, muy buena niña, resultó ser Yanira.
Algo que ya sabíamos, por otro lado.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 29/10/2014)
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