Avanza el
mes de febrero, en efecto, y “las cosas” de la política y de la gobernanza a
derecho por estos lares de nuestro territorio patrio, andan peor que mal,
rematadamente mal. Un verdadero
sinsentido lo que estamos viviendo en el día a día. Y, además, radiado y televisado a los cuatro
vientos, con parada y fonda en nuestro Parlamento, incluso.
Que esto
es cada día un verdadero despropósito desde que amanece hasta que anochece, a
los ojos de cualquier observador que se precie, a poco que se aproxime a la
realidad vía, por ejemplo, medios de comunicación.
Que visto
el revoltijo tan variopinto en el que parece haberse decantado la forma de
hacer política en nuestro país de un tiempo a esta parte, uno ya no sabe a qué
carta quedarse. Porque lo que ayer era
bueno y había que seguirlo porque así prosperábamos como país y, por ello, era
menester apoyarlo y estar todos a una; resulta que hoy ya no sirve porque, vaya
usted a saber qué intereses sobrevenidos o cálculos no demostrados, aconsejan
virar la brújula en una dirección diferente, incluso opuesta totalmente a la
anterior.
Así que
lo que ayer era verdad insondable, “palabrita del Niño Jesús” si así me lo
permiten; resulta que hoy ya no es tal verdad y hay que denostarla porque lo
que ahora hay que hacer y defender a carta cabal –con uñas y dientes si acaso-
apunta en otra dirección. Y ello porque
sí, sin argumentos válidos que avalen la nueva elección. Y, además, si no lo apoyas y das el parabién,
te tachan de ir en contra del progreso de tu país y te marginan.
No sé,
pero parece demasiado tiempo ya el que llevamos navegando en aguas tan
procelosas –y sin cambio de rumbo a la vista-, que cuando queramos regresar a
la senda de lo convencional que veníamos admitiendo de manera general, puede
ocurrir que nos cueste un montón de tiempo, y el progreso hacia adelante se
deba hacer demasiado ralentizado, porque haya demasiados aspectos que retocar e
incluso reconstruir.
Y cuanto
más tardemos en solucionarlo, peor; porque para entonces la apatía puede
haberse instalado ya en el sentir de los ciudadanos, y lo mismo les dé ya estar
a uvas que a peras.
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