“Mañana de niebla, tarde de paseo”, sentencia con meridiana claridad –nunca
mejor dicho-, el aforismo popular que nos tenemos bien aprendido por aquí;
seguro que con la experiencia acumulada a lo largo de los años y porque se ha
ido transmitiendo de generación en generación, quedando en nuestra jerga del
lenguaje como una referencia bastante cierta y a la que, por ello, acudimos con
considerable regularidad.
Y si, como decimos, no son pocas las veces en que esta máxima se cumple con
matemática precisión, estos últimos días ha sido una de esas veces en que lo ha
hecho de nuevo por estos lares. Si bien,
en esta ocasión pudiera pensarse que a la mañana le ha tenido que costar mucho
menos el quitarse de encima la espesa niebla con la que amanecía, porque el
ambiente exterior gozaba ya de una cierta temperatura base –al menos algunos
días-, como consecuencia de una extraordinaria bonanza climatológica que el
tiempo nos estaba dando durante unos días.
Regalo éste de la temperatura con muchos grados hacia arriba en el
termómetro, que recibimos con expectación y con elevada predisposición –como
siempre hay que aceptar los regalos, además-, habida cuenta de que estamos en
pleno otoño y que está mediado noviembre.
El caso es que, ciñéndonos al asunto de la niebla y, en concreto, de las
primeras que nos han visitado con una cierta contundencia aquí en la capital,
llamó poderosamente la atención la prontitud con la que las mismas levantaron
el vuelo y desaparecieron por completo de nuestro horizonte capitalino,
trayéndonos a continuación un resplandeciente sol y un cielo todo él azul y sin
ningún asomo de nubes, que elevó la temperatura ambiente muchos grados hacia
arriba en los termómetros.
Igual, el Santo de turno en el santoral, en este caso San Martín –cuya
festividad fue el 11 de noviembre-, por aquello del “veranillo” del mismo
nombre, que tiene ya asignado, y para que se cumpliese con la tradición, echó
una mano y elevó la temperatura unos cuantos grados.
Aunque, ya en sus vísperas, hubo días en los que
hubimos de desprendernos de las ropas de abrigo a marchas forzadas, e
improvisar alguna que otra excursión al campo y alrededores para disfrutar en
un mayor grado de unas muy elevadas temperaturas, que difícilmente eran de prever a estas alturas del año
y del otoño en particular.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 18/11/2015)
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