Vista esta ciclogénesis explosiva que acabamos de padecer en los días
finales del verano, bien es cierto que rozando ya el otoño –lluvia, viento y
demás fenómenos añadidos a todo trapo-, salpicando con sus efectos laterales y
colaterales a buena parte de la península, uno ya no sabe a qué carta quedarse
en esto del clima. Y miren que esto del tiempo es cambiante a más no poder…;
pues ni por esas, nunca acertaremos en la previsión y nunca debemos estar tranquilos
en este aspecto.
Y claro, ocurrido este fenómeno justo ahora, a destiempo, de inmediato
surge la socorrida pregunta de que si esto pasó estando todavía en verano –hoy
primer día del otoño, para ser más exactos-, qué no nos esperará allá por los meses
de diciembre y enero próximos, cuando el invierno alcance su mayor grado de
actividad y la negrura de los días nos envuelva durante muchas de sus horas.
No parece de recibo que, cuando todavía las crónicas de actualidad a través
de los informativos de televisión y los periódicos de información general, nos
estaban acercando en sus reseñas un día sí y otro también, las penúltimas
escenas del verano con alguna playa de fondo; al día siguiente, en cuestión de
horas en esencia, tengan que dar un cambio radical en sus reportajes de
actualidad y mostrarnos los efectos más adversos del temporal en buena parte
del país.
Y eso que, de otro lado, todas las noticias sobre el clima nos vienen
advirtiendo reiteradamente del calentamiento global del planeta a marchas
forzadas y, a la par, se nos ha comenzado a decir que el próximo año 2016 hay
que pensarle como uno de los más calurosos hasta la fecha, según las
previsiones que ya se están avanzando. Quizá como contraste, llegó esta
ciclogénesis a desmano que acabamos de soportar. Todo ello, visto desde la más supina
ignorancia del tema y con los ojos puestos en la percepción del día a día,
claro está.
El caso es que se nos arrimó por aquí un
intempestivo panorama meteorológico, que nos cogió por sorpresa cuando saboreábamos
con acusada delectación las últimas mieles del verano. Y nos hizo recordar por
unas cuantas horas los peores días del invierno más crudo; que para nada le
queremos tan próximo. Todo a su tiempo y, en todo caso, una vez disfrutado de
los dulces atardeceres otoñales que, bajo ningún concepto,
queremos vernos privados de ellos…
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 23/09/2015)
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