Hoy miércoles santo, cuando en breves horas se va a producir la gran
escapada “urbi et orbi”, esto es, la partida “a todo gas” de la segunda oleada
de quienes han decidido pasar estos próximos días fuera de casa; en otro orden
de cosas habida cuenta de las fechas que corren, habría que decir también que
estamos ya en lo que pudiéramos llamar el ecuador mismo de las celebraciones
religiosas de esta Semana Santa que, por lo que a nosotros nos toca, goza ya
para nuestros anales de la Historia del privilegio de contar con la declaración
de Interés Turístico Internacional.
Aunque en este sentido, bien es cierto también que los días verdaderamente
fuertes y solemnes de la misma, por aquello de su mayor poder de convocatoria y
consiguiente respuesta popular, estén aún por llegar cargados de solemnidad y
pasión en cada una de sus horas, pues estamos hablando del Jueves, del Viernes
y del Sábado Santo, amén del Domingo de Resurrección, fechas centrales en el orden
de los acontecimientos religiosos.
Y es en este continuado conjunto de representaciones, actos y tradiciones
religiosas cuando uno aprecia que, desde que las cornetas y los tambores
comenzaran a dejarse oír de nuevo con marcada continuidad el pasado Domingo de
Ramos acompañando a la Procesión de “Las Palmas”, e incluso en alguna otra
jornada anterior, al irrumpir con fuerza en la acusada quietud de las
principales calles de la ciudad, pareciera como si a partir de entonces, su
cadencia sonora perdurase de un día para otro en los oídos y en el sentir de
los ciudadanos.
Si bien, será algo más tarde, en el silencio de la
noche y en el recogimiento nocturno de la ciudad cuando, con el transcurrir
pausado de una nueva procesión y la irrupción precisa de la banda de cornetas y
tambores de la Cofradía o Hermandad correspondiente marcando el paso de esa
parte del cortejo, su estruendo sonoro
retumbe con mayor intensidad si cabe y de una forma continuada.
Trasladándose
su eco nocturno mucho más allá de las calles por las que transcurre el séquito
penitencial, con prolongados retazos de sonido que van y vienen de aquí para
allá, mitigados y desfigurados en parte por la acción de la verticalidad de los
edificios con los que irremediablemente chocan. Y así, con parecidos tonos, durante cada uno de los días que,
para la celebración de nuestra particular Semana de Pasión, la organización de
la misma ha previsto desarrollar.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 16/04/2014)
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