Ahora, cuando nuestra generación anda copada por la apodada era de las telecomunicaciones y a nuestro alrededor todo suena a progreso sin remisión, con la inteligencia artificial irrumpiendo con fuerza en nuestro día a día y tirando con increíble fuerza en muchos de los sectores de nuestra sociedad, vamos nosotros, va España y se funde a negro este pasado 28 de abril.
Un “apagón”
generalizado en cuestión de segundos en el plano de la electricidad, que nos
dejó al borde mismo del colapso total y el desbarajuste cuasi general, rayando
al centro mismo del caos más inesperado y perturbador que ni imaginar podíamos
tan siquiera. Aquí la realidad pura y dura superó por momentos a la ficción,
sin duda.
Y al
instante, cuando nuestros relojes aquel día marcaban en torno a las 12:30 horas
del mediodía –hora fatídica donde las haya-, llegó la eclosión del sistema
eléctrico y todo se fue al garete, se perdió el control del sistema y el
fracaso fue total en el dominio de la situación. El apagón se generalizó de facto a toda la
Península.
Los
trenes en ruta se pararon en medio de las vías allá donde se encontrasen; los
ascensores y elevadores se detuvieron colgados a diferentes alturas; las líneas
de metro quedaron inutilizadas de pronto; los ordenadores se fueron a negro de
repente; los teléfonos móviles dejaron de funcionar en la mayoría de los casos;
los aparatos y sistemas conectados a la corriente eléctrica se paralizaron; los
semáforos dejaron de iluminarse con sus características luces de colores; y el
personal caminaba asombrado y sin rumbo por las calles a la búsqueda de alguna
solución personal.
Y quien
más quien menos, tras haber conocido, en la mayoría de los casos de boca a
boca, el alcance de la avería y su extensión nacional e incluso más allá de
nuestro país, se lanzaron en gran número a las tiendas y comercios que aún
permanecían abiertos, a la búsqueda de víveres de primera necesidad y elementos
tan cotidianos pero que habían pasado casi a mejor vida, tales como radios a
pilas, velas, linternas; en previsión de que el apagón se extendiese en el
tiempo.
Y la
cuenta atrás cara a la solución del apagón, comenzaba a consumir minutos.