Intentando
avanzar días atrás en el desarrollo del artículo de colaboración para este
miércoles de octubre, me encontraba con que, dadas las fechas del calendario,
casi cualquiera de los temas que buscase, venían imbuidos de alguna manera por
el momento político que estamos viviendo en estos días en nuestro país. Esto es, a expensas de lo que se dilucidase
sobre quién tomase el mando de la nación y nos gobernase durante los próximos
cuatro años.
De ahí
que, tantas veces como lo intentaba, tantas veces me encontraba con que, como
no se había resuelto todavía el enigma, no encontraba la forma acertada de
encarar la situación y plasmar las palabras sobre el papel. Y, para continuar, yo quería tener, al menos,
una perspectiva mínima de una cierta aproximación a la realidad.
Así que,
llegadas que fueron esas fechas del 26 y 27 de septiembre pasado y realizadas
las consiguientes sesiones de investidura del candidato propuesto por el Rey,
escuchados los diferentes argumentarios de unos y de otros al respecto, donde
algunos de ellos se aplaudieron, en tanto que otros se abuchearon sin más; el
paisaje parece haberse despejado en un sentido determinado; lo que me va a
ayudar sin duda a la hora de finalizar la confección de la presente crónica.
Pero
claro, todo ello de manera temporal solamente –para seguir alimentando dudas y
más dudas más bien-; porque para nada se ha aclarado definitivamente el
panorama, ni resuelto tampoco la gran incógnita, que sigue ahí como pendiente y
pase usted –candidato segundo- dentro del tiempo asignado que, con la misma
parafernalia anterior –o puede que ampliada y hasta magnificada-, evaluaremos
sus propuestas y sus planes a futuro, y votaremos lo que corresponda al
respecto.
En tanto
la ciudadanía, en su mayoría un pelín harta ya de la situación desde tanto
tiempo arrastrada, reflexiona para sus adentros, hace sus cábalas en uno y otro
sentido y, al final, termina decepcionándose de sus políticos; pero también de
su propio país, pues considera que, así las cosas, esto no hay quien lo
gobierne.
Y
tristes, muy tristes, dan la media vuelta y se cobijan bajo el sol que más
caliente.
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