(Foto de Internet)
En el día a día de esta casi continua rutina de vanidades y alguna pequeña
cosa más, que parece ser en gran parte la vida para según quiénes, entendiendo
vanidad como caducidad de las cosas, vacuidad, vacío…, a buen seguro que
resulta reconfortante para muchos ciudadanos encontrarse cada mañana, en algún
punto indeterminado de su itinerario habitual, con un concreto y determinado
rostro de alguien, vecino del lugar también, que va destilando alegría a su paso
y que, al cruzarse con él en el camino, a pesar de no conocerse más que de esa
habitualidad diaria en algún instante del trayecto, le dirige una apreciable
sonrisa de complicidad por el momento y la situación.
Y es que seguro que a ese ser anónimo: a él, a ella; porque, en efecto,
tanto puede ser hombre como mujer, le costará un triunfo también, el tener que
interrumpir más de una mañana la placidez del sueño a unas horas un tanto
intempestivas, por lo temprano de las mismas y por la oscuridad reinante
todavía en el exterior, para poder llegar luego a su lugar de destino a la hora
en punto; pero que a ojos vista, la alegría y el buen ánimo que emana su rostro
al exterior no lo refleja así.
Bien es cierto que se tratará solamente de un instante, unos segundos tan
solo, en los que sus miradas se crucen al pasar uno junto al otro en
direcciones opuestas. Pero solo el ver
dibujada una cierta alegría en su rostro, reconfortará a cualquier espíritu
mañanero un tanto decaído y apagado a esas tempranas horas.
Pasados esos segundos, cada uno seguirá su camino en itinerarios
contrapuestos, pero con el revulsivo ya inyectado en vena, para irlo soltando
poco a poco a lo largo de la mañana en las dosis convenientes, según la
necesidad de cada momento.
Y puede que con el tiempo, y en algún rincón muy concreto de su interior,
alguno más de estos ciudadanos llegue a sentir una cierta admiración secreta
por esa o esas personas con las que se cruzan cada día en un punto no siempre
preciso del camino, pero sí irradiando siempre una cierta carga de alegría y
positividad, que su rostro deja traslucir fácilmente al exterior.
Y hasta quisieran ser por momentos un poco como
ellas, para poder transmitir también ellos alegría y serenidad, cuando muy de
mañana se encuentren y se crucen, en su habitual recorrido, con esas otras personas
que, como ellos, acuden igualmente a sus obligados quehaceres diarios.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 11/05/2016)
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