miércoles, 11 de mayo de 2016

MADRUGADORES ENCUENTROS


                                                                     (Foto de Internet)
En el día a día de esta casi continua rutina de vanidades y alguna pequeña cosa más, que parece ser en gran parte la vida para según quiénes, entendiendo vanidad como caducidad de las cosas, vacuidad, vacío…, a buen seguro que resulta reconfortante para muchos ciudadanos encontrarse cada mañana, en algún punto indeterminado de su itinerario habitual, con un concreto y determinado rostro de alguien, vecino del lugar también, que va destilando alegría a su paso y que, al cruzarse con él en el camino, a pesar de no conocerse más que de esa habitualidad diaria en algún instante del trayecto, le dirige una apreciable sonrisa de complicidad por el momento y la situación.

Y es que seguro que a ese ser anónimo: a él, a ella; porque, en efecto, tanto puede ser hombre como mujer, le costará un triunfo también, el tener que interrumpir más de una mañana la placidez del sueño a unas horas un tanto intempestivas, por lo temprano de las mismas y por la oscuridad reinante todavía en el exterior, para poder llegar luego a su lugar de destino a la hora en punto; pero que a ojos vista, la alegría y el buen ánimo que emana su rostro al exterior no lo refleja así.

Bien es cierto que se tratará solamente de un instante, unos segundos tan solo, en los que sus miradas se crucen al pasar uno junto al otro en direcciones opuestas.  Pero solo el ver dibujada una cierta alegría en su rostro, reconfortará a cualquier espíritu mañanero un tanto decaído y apagado a esas tempranas horas.

Pasados esos segundos, cada uno seguirá su camino en itinerarios contrapuestos, pero con el revulsivo ya inyectado en vena, para irlo soltando poco a poco a lo largo de la mañana en las dosis convenientes, según la necesidad de cada momento.

Y puede que con el tiempo, y en algún rincón muy concreto de su interior, alguno más de estos ciudadanos llegue a sentir una cierta admiración secreta por esa o esas personas con las que se cruzan cada día en un punto no siempre preciso del camino, pero sí irradiando siempre una cierta carga de alegría y positividad, que su rostro deja traslucir fácilmente al exterior.
 
Y hasta quisieran ser por momentos un poco como ellas, para poder transmitir también ellos alegría y serenidad, cuando muy de mañana se encuentren y se crucen, en su habitual recorrido, con esas otras personas que, como ellos, acuden igualmente a sus obligados quehaceres diarios.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 11/05/2016)

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