Como cada nueva Semana Santa y siendo hoy, como es, Miércoles Santo; cuando
en breve el reloj marque en torno a las tres de la tarde, minuto arriba, minuto
abajo, se producirá sin solución de continuidad la gran escapada de las
vacaciones de Semana Santa; según todos los indicios, la “madre de todas las
escapadas”.
Y durante ella, cada cual emprenderá el camino que más le plazca, bien
hacia la montaña, bien hacia la playa, bien hacia las islas, bien hacia el
centro de la península y sus alrededores, bien hacia el pueblo de sus
referencias más o menos ancestrales… Y así casi indefinidamente, cada cual con
un destino que ha previsto y seguro que planificado con todo lujo de detalles.
Lo que hará que las carreteras se colapsen a las primeras de cambio y, por
momentos, se maldiga por algunos segundos, tal vez, el haberse embarcado en
tamaña aventura para tan pocos días.
Eso, sin contar con estaciones de tren y autobús, y también aeropuertos,
que recibirán igualmente la oportuna sobrecarga de pasajeros.
Y es que, en realidad, los días de vacación vacación son contados, y es
mucha la gente que en estas fechas se mueve de un lado para otro, queriendo
llegar cuanto antes al destino.
Gente que, a la postre y en gran número, también nos elige a nosotros, los
palentinos y a nuestra tierra, para pasar estos días de Semana Santa en nuestra
compañía, visitando nuestra ciudad y nuestros pueblos, conociendo nuestras
tradiciones, disfrutando de nuestros paisajes, admirando nuestra riqueza
artística y monumental, y saboreando luego nuestra rica gastronomía; que de
todo tenemos por estas tierras castellanas.
Y qué duda cabe, que movidos o atraídos también por
nuestra Semana Santa y nuestra especial forma de celebrarla y sobre todo
escenificarla, con esa extraordinaria representación de la misma que se lleva a
cabo a lo largo de toda esta Semana de Pasión.
Donde cada día se organiza y sale a la calle al menos una procesión
–cuando no dos-, rodeadas de todo el rigor religioso y el recogimiento que el
hecho exige, que impacta al visitante. Con momentos tan extraordinarios y
sublimes como cuando en medio de la procesión se escucha el toque del “tararú”,
que rasga la noche y la deja en silencio, sin otro sonido que el de los pasos de los cofrades y la banda de cornetas y tambores que parece
escucharse a lo lejos…
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 23/03/2016)
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