A veces uno desde aquí, llevado por las prisas, la rutina o la habitualidad
de las acciones y de los días, no aprecia en toda su extensión lo que de valor
se encuentra a su lado de manera cotidiana, y es preciso en muchas ocasiones que venga alguien de fuera
para recordarte de un pronto lo que atesora tu ciudad.
Tiempo atrás ya relaté algo parecido con motivo del regreso a Palencia de
un amigo de la juventud que, tras volver a recorrer varios lugares de la ciudad
en un día de verano espléndido de sol, no dudó en testificar todo lo anterior
en unas cuantas ocasiones, con expresiones tales como “qué bonita estaba
Palencia”, “qué bien se sentía de nuevo en Palencia”...
Bien, pues algo parecido me ha vuelto a ocurrir días pasados enseñando
nuestra ciudad a unos amigos de fuera de nuestra Comunidad Autónoma, de la
Comunidad Valenciana en concreto, que no conocían nuestra capital sino por
algunas referencias, y que se encontraban realizando el Camino de Santiago, atravesando
por nuestra provincia en aquellos días precisamente.
Aprovechando tal circunstancia realizamos con ellos una visita turística
por la ciudad de apenas unas pocas horas, pues no disponían de mucho más
tiempo.
La visión de la ciudad desde el cerro del Otero y la contemplación de la
estatua de Cristo Rey en toda su majestuosidad desde tan privilegiada
situación, les impactó positiva y sorpresivamente.
Luego, descendiendo a pie de calle, recorrimos los principales monumentos y
enclaves turísticos de la ciudad, con especial detenimiento en los entornos de
nuestra Calle Mayor, que gozaba a aquellas horas de la tarde de un magnífico
ambiente en todos los recorridos.
Nuestros invitados quedaban tan sorprendidos y maravillados a su vez de
cuanto contemplaban, que dudaban con qué atractivo en concreto quedarse - como
si “la bella desconocida” fuese la ciudad entera-; destacando sobre todo lo
bien conservados que lucían nuestros principales monumentos y la limpieza en
general de la que gozaba nuestra ciudad.
Al final, de una manera o de otra, ocurre algo que
ya venimos comprobando en ocasiones similares. Y es que, cuando enseñas tu
ciudad a otras personas, acaece un algo muy particular en tu interior; y es
como si la percibieses con otros ojos, te resultase mucho más bonita y la sintieses de
forma diferente.
(Publicado en el Periódico "Diario Palentino" el 23/07/2014)
Javier eso nos suele pasar que con la fuerza de ver todos días no lo apreciamos y nos damos cuenta en ocasiones a la vuelta de una estancia larga fuera.
ResponderEliminarAlgo así me paso hace unos años cuando regrese de la mili al bajar del autobús note ese olor de que tiene el campo cuando esta en su punto para la cosecha.
Saludos.