Como el
sol sigue pegando con fuerza por aquello de que, cuándo si no lo va a hacer
estando en verano, donde uno mejor puede estar es debajo de una sombra,
pongamos en un parque de coquetos y esbeltos árboles o al socaire de una
montaña de nuestro Norte. O al lado del
mar, alternando el chapuzón en el agua con el cobijo bajo la sombrilla y un
paseíto de vez en cuando por el borde del mar con la brisa pegándote en el
cuerpo y ligando a la par un bronceado de piel que ya habrá tiempo de lucirlo
en un momento posterior.
Así que,
tras echar los bártulos de playa al coche y preparar una pequeña maleta con lo
más imprescindible, porque al final la experiencia te dice que muchas de las
ropas que llevas no te las pones luego, el GPS del coche, tras programarlo, se
ha puesto en plan alerta y no deja de salmodiar mensajes de voz indicándote la
mejor ruta y la situación del tráfico
hasta llegar al sitio elegido que, por supuesto se encuentra al lado del mar.
Y como
nuestra provincia está muy al norte de la península y el destino buscado, el
Mediterráneo –por aquello de tener el sol asegurado y el agua con su
temperatura ideal-, se encuentra muy al sur, nada más mirar a la pantalla
programada del coche, te topas también con la hora de llegada al destino y,
como ya habías previsto, resulta que tienes unas cuantas horas por delante de
viaje.
Algo con
lo que ya contabas, claro; así que seleccionas la temperatura adecuada en el
climatizador del vehículo, te abrochas el cinturón, sintonizas tu emisora de radio
favorita y, tras colocar la marcha automática del coche, pisas el acelerador y
allá te vas carretera adelante.
Y no sé
por qué, pero de pronto te viene a la memoria una pegadiza canción del pasado,
todo un emblema de aquel tiempo, y empiezas a canturrear: “Adelante hombre del
seiscientos; la carretera nacional es tuya…”; y así una, dos y hasta tres veces
seguidas.
Claro,
que la memoria te regresa pronto al presente y piensas que cuánto han cambiado
los viajes de vacaciones, cuánto los coches, cuánto las carreteras y cuánto las
preferencias y gustos de las gentes. Y
sientes de pronto un agradecimiento por todo ello.
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