Pues sí,
estamos hoy mismo, un año más, ante la fiesta de San Isidro Labrador, la fiesta
por excelencia de todos nuestros agricultores y ganaderos, y que en multitud de
localidades de nuestra provincia la celebran por todo lo alto, con un apretado
programa de actos de carácter popular muy apreciados siempre en el ámbito
rural.
Fecha
esta, en la que, para mayor honra del Santo y mayor grado de satisfacción
vecinal, en estas localidades que están de fiesta grande a ritmo siempre de la
dulzaina y el tamboril, sale en procesión el Santo por el pueblo y
alrededores. Y aprovechando el que se
procesiona por algunas de las calles que forman los extrarradios del pueblo, se
procede también al tradicional acto de bendición de los campos ya nacidos, cara
a su mayor y mejor producción en los próximos meses.
Entretanto,
los sonidos, siempre familiares, de la dulzaina y el tamboril van animando la
fiesta y propagándose su eco por cada de las calles. Con varios momentos de
parón del cortejo procesional, que aprovecha el grupo de danzantes del lugar
para ante su patrón –a cuya representación allí presente no le falta nunca en
una de sus manos su carismático ramo de espigas- interpretar un conjunto de
danzas con origen en la más pura tradición del lugar.
Y con los
consabidos ¡vivas! al Santo, tras bendecirse una vez más los campos aledaños e
impetrarle para que ejerza como tal a la hora de que los campos de la localidad
maduren libres de peligros y sean generosos luego a la hora de la recolección,
la procesión va llegando hasta la plaza del pueblo, donde ya los danzantes se
ofrecen al máximo, ganándose los mejores aplausos de la concurrencia.
Con el
sonido del último cohete que gana presto el cielo y las campanas de la torre de
la iglesia volteando sin cesar anunciando la fiesta, finalizan los actos
propiamente religiosos y comienzan a continuación los profanos y del
divertimento popular.
Cuando
varias horas después, alcanzada la madrugada, las gentes del lugar se retiren a
sus casas, lo harán con la alegría por el día de fiesta, y porque sobre sus
cabezas comienzan a caer las primeras gotas de lluvia que del Santo imploraron.
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